Claves para vivir con asertividad

La asertividad está de moda tanto en la vida personal como laboral, es como si de pronto todos quisieran mejorar esa habilidad social para llegar al éxito en su vida.

La asertividad es una forma de comunicación que consiste en defender tus derechos, expresar tus opiniones y realizar sugerencias de forma honesta, sin caer en la agresividad o la pasividad, respetando a los demás pero sobretodo respetando tus propias necesidades.

Dicho así no parece difícil pero para algunas personas no es fácil, bien porque carecen de confianza en sí mismas, bien por estereotipos culturales, porque se ponen nerviosas, porque son personas sumisas o agresivas, por imitación de la conducta de familiares, amigos, etc.

La “buena noticia” es que la asertividad es una habilidad, y como tal se puede entrenar y desarrollar de manera adecuada en el día a día. Para desarrollarla debes conocer una serie de derechos asertivos básicos que todos tenemos y podemos poner en práctica. Cuando los incorporamos a nuestra vida nos colocamos a la misma altura que los demás y desde ahí nos manejamos con ellos, además de mejorar también la relación con nosotros mismos.

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Hacer leña del árbol caído.

En este post quiero hablarte de un comportamiento social, extendido más de lo que yo quisiera, y muy negativo tanto en la vida personal  como en entornos laborales. Has oído en más de una ocasión el dicho de “hacer leña del árbol caído”, es cuando una persona aprovecha la situación desfavorable de otra para criticarla, hacerla de menos, aislarla, juzgarla, en definitiva sacar una ventaja a expensas suyas, y sólo porque en tal circunstancia es mucho más fácil hacerlo.

Y sí todos conocemos, y tú también, personas que son auténticas expertas en criticar y juzgar los errores ajenos. En tu vida personal  estoy segura que te habrás encontrado con estas personas más de una vez, esas que pisan a los que consideran más débiles de su entorno para así brillar ellas más, personas que destacan a expensas de los otros y no por méritos propios.

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Yo soy así, así seguiré, nunca cambiaré.

Es la letra de una canción de Alaska que todos hemos cantado alguna vez, pero también es la típica  frase de muchas personas para justificar ser muy desordenadas, no llegar a tiempo nunca, dejar las cosas para el último momento. Una excusa que utilizan aquellos que saben que no está bien lo que hacen y que no tienen pensado cambiar. Todos conocemos a un amigo que es un desastre con el orden en su casa, o ese que siempre llega tarde y nos hace esperar, o aquel que entrega sus tareas in extremis y le disculpamos diciendo:

 “Mi amigo es así, no hay nada que hacer con él, no va a cambiar a estas alturas”.

¿Estás de acuerdo con esta afirmación?

De eso nada te digo, las personas pueden cambiar y lo hacen varias veces a lo largo de su vida. Si el entorno cambia, nosotros lo hacemos con él. La necesidad de adaptarnos al medio es la que produce esos cambios vitales. Aunque es cierto que la tendencia es hacia la estabilidad, eso no significa que seamos inamovibles. La vida en sí misma es un cambio.

Luego viene claro, el querer o no querer cambiar porque una persona no cambia si no toma conciencia de cómo es o no tiene ningún interés en saber porque se comporta así, por mucho que las personas de su entorno se lo digan o le intenten cambiar. Cambiar requiere trabajo y no todas las personas están dispuestas a esforzarse y buscan excusas para no hacerlo. Yo siempre les digo “No me cuentes historias, que a mí no me la das”.

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Sufrir «a crédito»

Sufrir a crédito es lo que defino como sufrir al ocuparse con insistencia de algo antes de que suceda, lo que generalmente causa miedo o temor.

 

¿Tiene sentido sufrir por lo que todavía no ha ocurrido?

 

Hay personas que siempre están sufriendo por lo que pueda pasar, piensan en posibles peligros o problemas y la preocupación constituye una compañera permanente que no les deja vivir con tranquilidad. Se sienten nerviosas fácilmente y suelen tener dificultades para conciliar el sueño o concentrarse. Su mente está siempre en estado de alerta, dando vueltas alrededor de algo que en ese momento les preocupa, tienen lo que llamamos coloquialmente un “run run” que no se quitan de la cabeza.

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